«A pesar de mis hormonas, amo ser mujer»

Reestructuro, ¡amo hasta a mis hormonas y todo lo que es ser mujer!

Mónica Vega González
4 min readAug 10, 2018
Estamos hechas de colores. Pixabay.

Por qué amas ser mujer?, me preguntaban dos seres amados ayer. Mi respuesta inmediata fue, «mi mente no piensa del todo coherentemente con presión, quizá dedicando un momento de escritura doy con las respuestas porque me temo que no hay una sola alternativa».

Primero, amo ser mujer por la imagen que veo vivir frente a mí, profundamente, día a día: mi madre. Cotidianamente, cuando puedo estar en su mismo espacio físico y temporal, su apertura a la sorpresa, me impresiona. En ocasiones pensamos que solo puede ser sorpresa aquello que es muy grande, que es rebuscado e idílico. En mi madre es de otra manera: el milagro que ella encuentra en la vida misma, traducida en naturaleza, personas, vivencias, eriza mucho la piel. El milagro definido como aquello que no es mágico pero que sobrepasa nuestras expectativas, que nos sorprende porque no intuíamos que ocurriría. Para mí, la mujer en sí ejemplifica ese milagro: el de romper con lo que se espera, el de superar paradigmas, el de hacer de un mero acto cotidiano, una versión sobrenatural de la belleza.

Hace un momento, mientras me disponía a buscar una escoba, mi madre me detuvo en mi afán y me dijo: «¡Es impresionante, como una flor tan delicada puede soportar un sol tan candente todo el día!». Esa simple oración me hizo admirar el hecho de ser mujer. Tener la sensibilidad de contemplar la belleza y aparente fragilidad de una flor y con la imagen potente del sol, darle más fortaleza a la planta. El que aparenta tanta fuerza con su luz, se convierte en pequeño con el triunfo de colores de ese brote rojo con tonalidades rosadas.

Para mí ser mujer es un reto, de parafrasear y replantear lo que el mundo intenta dictarme. Es la manera de renacer todos los días para mostrar lo contrario de los estereotipos limitados de belleza por belleza y roles recalcitrantes. Es mi manera de continuamente reivindicarme ante una sociedad que nos cosifica. No quiero una vida más simple, más lineal, porque la montaña rusa de intuiciones y emociones que contiene el ser mujer, es lo que me permite ser quien soy ahora, lo que me da alas y me ayuda a regalarlas, de igual manera. La vida para mí es una gran escuela en donde se desaprende y aprende constantemente, siempre en la búsqueda del infinito, que es belleza y amor. Ser mujer para mí es sacar ventaja de toda la redes interconectadas de personas y de hechos que se tejen a nuestro alrededor. Es no aceptar la vida como mero sufrimiento, sino como vida que depende de un grupo inmenso de situaciones y personas, a las que no podemos controlar del todo. Por esto, en las grandes o pequeñas comunidades diversas a nuestro alrededor es que podemos ir traduciendo esa experiencia para convertirla en belleza. Para mí, sufrir es reír, llorar, contemplar y seguir rutinas, errar y levantarse, entrar en uno mismo y salir con la ayuda de otros, agradecer por la vida y el mundo y reconocer que es más hermoso de lo que creemos.

La mujer genera vida. Sufre dolores cada mes. Puede ver más allá del trazo literal porque tiene el don de la entrelínea. La mujer llena los espacios en blanco y resuelve los desbarajustes del corazón: en un abrazo, en un beso, en cualquier caricia tierna, en una palabra iluminada. La mujer es fuerza, emocional y física, intelectual y espiritual. Debe haber una razón sobrenatural del hecho heroico de ser mujer, porque ya la científica existe. Me vine la imagen de mi pequeño sobrino que con la sola leche de su madre puede ser un niño saludable y lleno de vitalidad. Qué maravilla que la mujer esté hecha para engendrar vida y, a la vez sea alimento que sustenta. Ser colaboradoras con la divinidad, siendo parte de la entraña de la vida colmada del más sublime amor.

«Que no me tendría que maquillar si fuera hombre »; «Que tampoco me tendría que rasurar »; «Mi vida sería más lineal, más simple»-¡pero qué insípida! (grita mi consciencia como reflejo inmediato de defensa)-. Yo soy mujer, una joven adulta que asegura que no se maquilla ni se viste de colores con el propósito de simplemente agradar a los demás, nos agradamos también a nosotras mismas, por el amor que nos tenemos -que debe rayar en lo sano, claramente-. Hay postulados sociales y modas que se siguen, pero de ellas somos partícipes o víctimas, está en nosotros hacer uso o no de lo que nos regala este mundo. Yo agradezco tanto una melena enmarañada, como un pelo peinado. De una cara con colores artísticos o con los colores que trae por defecto. Yo agradezco el natural y sublime anhelo de la belleza física en comun unión con lo que se lleva por dentro. No tener reparos al momento de compartir nuestros miedos y espacios de oscuridad, porque al descubrirlos, le damos paso a la luz.

Eso sí. Queda en nosotras también saber educar en que se basa la dignidad de cada ser humano, hombre o mujer, en su individualidad. Estamos hechos para trastocarnos, para interpelarnos y bailar esta música en conjunto. Hay unas fortalezas y debilidades en cada ser en masculino y femenino, pero también queda mucho por hacer en la tarea de igualdad, porque todos tenemos la misma dignidad. Queda la tarea de que todos queramos ser partípes de la belleza, sin miedo a mostrarnos frágiles y al descubierto. Queda la bella tarea de aprender a ser seres humanos partícipes ya de la divinidad, en busca de Aquel que completará nuestra obra de arte que siempre está “en proceso de mejora”. Queda la puerta abierta de la sensibilidad, para que todos entremos en ella sabiendo que habrá alguien más al otro lado esperándonos con los brazos abiertos. ¡Qué viva la mujer y la humanidad entera!

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Mónica Vega González

Literata y editora de carrera, estudiante de por vida. Escribiendo desde el silencio, pero siempre en salida ante el mundo.